¿Hay feminismo en el Perú?

Magda Portal

 Magda Portal ha muerto. Una de las primeras que más luchó por la dignidad de las mujeres a través de su acción, de sus ensayos,

de su poesía. Reproducimos aquí uno de los escritos en los que colaboró con La Tortuga. Sea éste nuestro homenaje más sentido.

En mis ya renovados viajes por los caminos del mundo y mis “en­cuentros” de todas las calidades, suelo reunirme con muchas mujeres y caer en el tema, de suyo excitante, del auge fe­minista. Me pregun­tan: ¿Hay feminismo en el Perú? Con cierto aparte en un es no es dubitativo, yo res­pondo: Sí, hay femi­nismo en el Perú.

Y es que decir lo con­trario o resulta desco­nocimiento del medio en que vivo o inconsecuencia porque aun cuando en el Perú haya menos feminis­mo que en otros países, no cabe la menor duda de que un apreciable sector de mujeres, las más jóvenes tal vez, ya hayan accedido a la conciencia de su pro­pia personalidad y con ella, de sus dere­chos, y la misma por la vida las ha lanzado por las vías discri­minatorias de las de­ferencias sociales y se encuentran en el dilema de disputar su lugar y con­quistarlo o retroceder y ser atropelladas. Porque la lucha de la mujer por su propia dignidad de seres humanos se encuentra, a ojos vista, por lo menos en los países en desarrollo, en menor valía con respecto al hombre, lo sigue estando y pese a las protestas de la mujer y a sus esfuerzos por demostrar su capacidad y su voluntad de superación. Por mi propia experiencia he llegado a la conclusión de que el sexo mujer no es ni menos fuerte ni menos capaz que lo es el hombre y en los momentos decisivos, tanto o más de los mayores sacrificios. La prueba está en que la naturaleza la dotó del tremendó dolor de parir porque, sin duda, el hombre sexual no habría podido soportar esa suprema instancia que sí soporta la mujer, tanto es así que la repite. Y si advertimos el hecho cercano de las jóvenes mujeres que toman las armas como en Centroamérica para defender a su pa­tria, ya que su lema es “vencer o morir”, no están ignorando que afrontan la muerte. Y no se arredran. Y es que el dolor físico la mujer lo sublimiza y más aún si de salvar a sus hijos se trata. Pero, para no desviarme del tema, diré que sí afirmo que hay feminismo entre las mujeres peruanas, porque dejarían de serlo si rehúyen el reto ya universal de conquistar sus derechos, base de la adquisición de su propia dignidad. Porque dejarían de ser conscientes las mujeres si no com­prendieran que esta batalla que las mujeres están li­brando conlleva futuro, su destino y la realización de sus viejos anhelos en un mundo justo que reconozca la igualdad con el hombre, con el dis­frute pleno de todas sus prerroga­tivas sin ninguna restricción. Cediendo a los viejos prejuicios heredados, puede ser que aún existan mujeres que no den las batallas deci­sivas, de las que deben ser las últi­mas para desterrar diferencias peyorativas que disminuyen y ofenden tanto a la mujer como al mismo hombre.

Y estas batallas se realizan con todo el fervor y la fe de las grandes  luchadoras sociales, pero sin las cruentas luchas de los presuntos enemigos que resisten todavía. Y debo agregar que la segregación de la mujer es tanto y más cruel que el Apartheid de las razas llamadas inferiores, también en rebeldía por sus derechos aún sojuzgados.

10 millones con SIDA

Magda Portal

 ¿Cuándo, de qué modo, en qué falaz momento los hombres y las mujeres han adquirido el horrendo SIDA, hace muy poco tiempo desconocido en el mundo, despertando ese tremendo pavor por su inminencia fatal que no permite rehuirle y liberarse de sus garras. Que cuando ataca a sus inad­vertidas víctimas les da apenas un remedo de vida antes de destruirla en forma brutal?

El SIDA, Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida, que así se le co­noce, ha sentado sus reales en el mundo civilizado -y también en el otro- y cual feroz homicida y tal vez castigador de pecados mortales, está arrasando sin piedad con todos aquellos que abusaron en demasía y no pre­vieron que la Naturaleza también tiene sus leyes y se resiente y destruye a quienes la ofenden en grado intolerable.

Así la presencia del SIDA en la mayoría del mundo, está golpeando a cuantos encuentra a su paso como una verdadera catástrofe. El SIDA no respeta ni a las mujeres ni a los niños, los cuales fueron contaminados por sus maridos y sus padres, de los que recibe el virus, que los hacen morir en medio de inenarrables sufrimientos.

Sin lugar a dudas, el SIDA es como una peste mortífera como en los tiempos del cólera; inventado sin duda por los mismos humanos que en su insania han abusado de sus poderes creando impunemente el más horrible de los venenos, como si con ellos se estuviera vengando de la misma vida, destruida por su propia lujuria.

Los científicos, atentos al proceso del SIDA, han afirmado que más que las propias bombas atómicas, éste puede terminar con el género humano, sin modo de detenerlo ni descubrir sus orígenes, de modo de combatirlo.

Las listas de los contaminados cre­cen en volumen y el temor al contagio llega a la locura. Como ningún otro flagelo, el SIDA se descubre a ojos vista y cada enfermo que lo adquiere, es como si lo estuviera pregonando a gritos por calles y plazas para exhibir sus lacras a todo el mun­do, tal vez a modo de contrición por lo irreparable, por aquello de lo que no tiene remedio, por lo que ya es irreversible para siempre jamás.

El Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida como una experiencia atrevi­da, va dejando cadáveres a su paso y de contagio activo, como si su acción depredadora debiera cumplirse inexo­rablemente, ante la impotencia de quienes la combaten, aunque por lo general, siempre llegan demasiado tarde o por la ignorancia o por la vergüenza.

Pudiera decirse que ya no hay lugar en el Planeta en donde no hayan aparecido los síntomas del SIDA, co­mo si la plaga se hubiera extendido inexorablemente, ganándole la lucha a la ciencia que sin duda llega a sentirse impotente.

“Los niños y sus juguetes”

Magda Portal

 Cercanas ya las fiestas navideñas, las tiendas se preparan a exhibir innúme­ros juguetes qué han de hacer la felici­dad de los niños. Es decir, de los niños cuyos padres estén en condiciones de adquirirlos pues los altos precios de los mismos son más que prohibitivos pa­ra las familias de medianos recursos. Pero los niños, por regla general, igno­ran estas situaciones y, como de cos­tumbre, exigirán el anhelado juguete -pelota, carros, muñecas, etcétera- que miran sus ojos. Entre esos jugue­tes, por supuesto, los varones escoge­rán los admirados revólveres para ju­gar a los ladrones y celadores que des­de lejanos tiempos fueron la infantil satisfacción de los días de fiesta. Difí­cilmente, la chiquillada se pierde estos inocentes juegos, con los cuales se so­lazan a todo dar. El revólver es uno de los juguetes preferidos pues prueba su capacidad de lucha y de ataque. Esto se prueba en la escuela, en la calle, mientras el juguete dure. Es parte del juego y, tal vez sin darse cuenta, ellos mismos se enardecen y hasta llegan a derramar sangre. Al llegar a esta parte de la pelea, llegan los familiares, si los hay, y reciben su merecido. De acuer­do con las edades, las agresiones son mayores o menores y a veces llegan hasta la rotura de cabezas, según sea la fuerza de los atacantes.

A ningún muchacho le faltó nunca una o más armas de este tipo para cum­plir su peligroso juego. Es de esta ma­nera que los niños están cultivando su instinto de agresividad. Inocentemen­te primero y con real deseo de revan­cha, después, para golpear y herir al compañero o al amigo de colegio, pre­sunto rival.

Y desde entonces se empieza a cul­tivar pequeñas enemistades, tal vez rencores o sentimientos de cólera por esto y aquello, que van creciendo co­mo la yerba mala que más tarde se tor­na en animadversión y se resuelve en insultos y en deseo de hacerse daño. Los juguetes agresivos conllevan algo así como el síndrome de las rivalidades que van infiltrándose en el espíritu hasta llegar a la intolerancia o la ene­mistad.

Que un niño en la edad infantil sos­tenga en la mano un arma capaz de producir daño físico a su compañero de la misma edad despierta verdadero temor pues no sólo se piensa en el ataque sino en la tergiversación de su mentalidad, que va descubriendo que el ser humano, por tener un arma, está en condiciones de atacar a un amigo aunque sólo sea en broma.

Las armas de esta índole no crean sentimientos solidarios en la niñez, si­no todo lo contrario porque influyen en su mentalidad, haciéndolos sentirse seres superiores a los que no las tienen y, por lo mismo, estimulan los pleitos aunque comiencen con un inocente juego.

Los fabricantes de juguetería debe­rían tener en cuenta hasta qué punto son peligrosos los juguetes agresivos y los padres de familia deberían, asimis­mo, rechazarlos y cambiarles por la infinidad de juguetes alternativos que existen y que tienden a despertar la mentalidad creativa de los niños. Los juguetes agresivos capaces de hacer da­ño físico llegan a ser los preferidos de sus poseedores que están listos en cual­quier momento a hacer uso de ellos y demostrar lo que valen. Hay padres de familia que enseñan su manejo y les predisponen a usarlos sin advertir has­ta qué punto están despertando instin­tos malévolos y antisociales en sus hi­jos. El niño es un ser sensible que cap­ta tanto el bien como el mal y si, a mo­do de juego, le enseñamos el mal, será para crear un pequeño monstruo que a la postre atacará al amigo y al her­mano. Los padres de familia que son los promotores de estos juegos agresi­vos con el deseo de hacerlos valientes y no pusilánimes deberían reflexionar sobre el gran daño moral que les ha­cen a sus hijos, despertándoles moti­vaciones antisociales.

Eliminar los juguetes agresivos sería el principio de la destrucción de la ma­levolencia, de la intolerancia entre los seres humanos bajo cuyo imperio el hombre se destruye a sí mismo. Intentemos, pues, una virtual cam­paña para eliminar los vulnerables jue­gos de agresión, rechazándolos como un auténtico instrumento de lesa hu­manidad.

Mujeres de nuestro tiempo

Magda Portal

 No estaría segura si afirmara que las mujeres de nuestro tiempo han advertido el gran espacio que nos separa del cercano pa­sado. Es apenas a mediados del siglo cuando las peruanas iniciaron su tími­do despertar, sin darse cuenta ellas mismas que pequeños grupos de muje­res emprendieron la atrevida tarea de empezar a trabajar de oficinistas, ingresando a las noveles academias. No sabemos hasta qué punto la muchacha fue tenida a menos por los jefes que llegaron hasta a ofenderlas por su inex­periencia. Muchas salieron con los ojos cuajados de lágrimas y la disculpa en los labios.

En los países capitalistas las mujeres trabajaban, sujetas a horarios leoninos, obreras, casi todas, habían hecho su primera huelga que las llevó a una muerte cruel por defender sus derechos sociales. Fueron las primeras heroínas del trabajo. De allí nacería EL DIA UNIVERSAL DE LA MUJER, feliz iniciativa de la luchadora social Clara Setkin, ilustre amiga del extraordinario V.I. Lenin.

El tiempo ha transcurrido y las mu­jeres como que han dado pasos agigan­tados, tanto que ya es difícil no encon­trar a la trabajadora social en la mayo­ría de las oficinas, cumpliendo funcio­nes responsables y ganándose honrada­mente el pan de cada día.

Su capacidad de trabajo demuestra hasta qué punto ella es capaz y está en condiciones de reportar tanto o más que el hombre. La mujer ha llegado a ser trabajadora no solamente por nece­sidad, sino por abrirse campos sociales e intelectuales puesto que la mayoría son ya profesionales y aspiran a colo­carse a la altura del hombre sin ningu­na diferencia. Son muchas las mujeres que poseen una profesión de alta cate­goría con la cual pueden competir con el hombre, sólo que éste o estos prefie­ren cerrarles el paso. En este aspecto son muchas las mujeres que son profe­sionales de carrera, que pueden compe­tir con el hombre sin sentirse inferio­res. Estoy hablando de la mujer que siendo trabajadora asume los deberes de madre y esposa, doble obligación que difícilmente cumplen los hombres. Función que hoy es costumbre en los países capitalistas como una norma obligatoria en la clase media. Ejemplo que debería usarse en nuestros medios sociales de modo de colaborar la pareja en el hogar haciendo menos áspero el trabajo de la madre. Pero hasta la fe­cha sólo he nombrado a la mujer en su aspecto social como mujer con aspira­ciones. En el Perú que avanza existe otro tipo de mujer que sin dejar de ser­lo, se ha emancipado definitivamente del hombre. Es la feminista, grupo bas­tante numerosos que ha adoptado una actitud de lucha contra el hombre con­siderado machista al que se le tilda de celoso de los avances de la mujer y al que se le considera en cierto modo ene­migo de ésta. Mientras la mujer defien­de sus fueros de mujer, el machista re­pudia a la feminista creándose un antagonismo desmedido lindando en odiosidad. El feminismo ha hecho acto de presencia no hace mucho tiempo, pero lo ha hecho con brío y voluntad de lucha.

Existen varios grupos de mujeres de este tipo con distintos nombres pero con una especie de cordón umbilical. Muchos de ellos han adoptado el nom­bre señero de FLORA TRISTÁN y con él realizan sus acciones proselitistas, educando, catequizando si se quie­re y creando conciencia en la mente aún aletargada de la clase trabajadora, alertándola para que no se deje maltra­tar por su congénere y exigiéndole al hombre el debido respeto matrimonial.

FLORA es el gran ejemplo para la mujer peruana, en la cual las mujeres de los grupos feministas encuentran a la precursora de las luchas sociales, tan­to de los hombres como de las muje­res. Ella es la creadora de la frase pre­monitoria: “¡¡PROLETARIOS DEL MUNDO, UNÍOS!!”, con la cual Marx y Engels inventaron el “Manifiesto Co­munista”, cuatro años después de su de­ceso.

Simone de Beauvoir

Magda Portal

 La muerte de Simone de Beauvoir, insigne intelectual francesa, interrum­pe la presencia física de una de las es­critoras más lúcidas de su tiempo y de las que más han sobresalido por su in­discutible talento, sus cualidades hu­manistas y su sentido de la solidaridad humana.

Sus muchas obras escritas descu­bren las facetas de una mentalidad su­perior que ella utiliza destacando las diferencias de la sociedad de clases que interfieren entre el hombre y la mujer y entre ambos caracteres ambivalen­tes que continúan sin acabar de complementarse.

Mujer de ideas avanzadas, no fue como defensora de la mujer sin dejar de definirse como socialista y, así mis­mo, defensora de la clase trabajadora.

No es que perteneciera a ninguna tienda política sino que por su propia convicción, se colocó en el lugar de donde podía avizorar el panorama socio-político-histórico en su país y en el resto del mundo, desde donde se producen tantos y tan agobiadores su­cesos de tipo internacional que amena­zan la paz y posibilitan una estremecedora hecatombe.

Feminista, como Flora Tristán, ma­nifiesta su posición categórica en la comprensión de la problemática de la mujer cuando escribe su famoso libro “El Segundo Sexo” de exclusiva inter­pretación feminista y por ende, dedi­cada a la mujer, sujeta al legendario paternalismo masculino.

Escritora, socióloga, filósofa, nin­guna disciplina le fue ajena, descu­briéndose como una auténtica autodi­dacta, porque su sensibilidad y su ca­pacidad intelectuales no resultaron de la influencia de su genial amigo, por cuyas sendas transito, rindiéndole su admiración, y sin disminuirse ella mis­ma. Mujer al fin, y amante de un hom­bre superior, solo aceptó ser menos que Sartre después de haberlo cono­cido.

En su vida privada demostró la ca­lidad intrínseca de sus principios, man­teniéndose libre en sus relaciones con el ser que más amó, el famoso Jean-Paul Sartre, cuya fidelidad los acom­pañó hasta la muerte, sin que ello in­terfiriera en su libre albedrío.

Simone de Beauvoir a la que se le escatima el haber sido una filosofa, sí lo fue en la medida en que interpretó la condición síquica y física de la mu­jer en su genial obra “El Segundo Sexo”, donde sin eufemismos discri­minatorios revela hasta qué punto la mujer ha sido relegada, aun cuando hubiese demostrado cualidades extra­ordinarias de inteligencia y capacidad que se hunden en el quehacer domés­tico y en el egoísmo del hombre. La filosofía, en principio, es la búsqueda de la verdad, del conocimiento de las cosas, y esa áspera verdad fue la que ella descubrió en sí misma y en la ex­periencia que le cupo en el contacto social con las mujeres.

Al final de sus años Simone sintió la decepción de no haber conseguido la igualdad social de las mujeres, pues los hombres continúan marginando a la mujer y lo que es más sensible, que las mujeres se sigan sometiendo.

Los nuevos tiempos

Magda Portal

Nunca como ahora se hacía imprescindible un renuevo que signifique cambios estructurales que abran las fronteras de nues­tro quehacer para recibir el aire libre que bonifique la at­mósfera cargada de impure­zas las que durante tantos años nos han venido intoxican­do hasta convertirse en esa especie de smog psíquico y físico, de suyo intolerable.

Porque se ha vivido sujetos a la incertidumbre, la inesta­bilidad y la sospecha de lo que podía suceder sin previo aviso, pero cada vez más amenazante por sus conse­cuencias hasta lindar con el estallido de desesperación de la mayoría de damnificados que lo son las grandes masas aherrojadas, hambrientas, mal­tratadas y sin mayores pers­pectivas de mejoramiento, pues el país se hundía en la inopia, desgobernado y a mer­ced de una banda de malean­tes de cuello y corbata, la mayor parte sin ley ni respe­to por los mal llamados de­rechos humanos que, a decir verdad, han sido utilizados para hacer de ellos ludibrio y burla cruel.

Nuestro país ha padecido muchas veces la plaga de las dictaduras o tiranías, según fuera la magnitud del dolo y esto a partir de las luchas de la Independencia las que proliferaron con el ánimo de apo­derarse del gobierno a fin de saciar sus ambiciones de poder sembrando semillas venenosas que sólo produjeron desorden y desconcierto, como dijera el precursor Francisco de Mi­randa, pues un país sin paz y sin justicia difícilmente pue­de representar el concepto de patria.

Cuando se instituyó la De­mocracia, en nuestros últimos tiempos, hubo una esperanza de que sería posible y plausible, crear un ambiente de se­guridad y de respeto al ciu­dadano, eje de esta Demo­cracia formal que iba a ser­vir de guía y motivación, pues es este el principio de la convivencia pacífica que ella representa en que cada cual obtiene lo que ha menes­ter y que le corresponde. Pero nunca fue así y ahí están las consecuencias con que se ha destruido la esperanza del pueblo, su fe en el derecho y su esperanza de sobrevivir sin temor.

El desorden, el abuso, la corrupción, el hambre y el menosprecio a los más desam­parados han dado lugar a la violencia, al crimen, al desen­freno y al afán de venganza, puesto que no existen dere­chos ni justicia al contrario, se han vulnerado estos prin­cipios y se han convertido en abuso y destrucción. Ahí están los montones de cadá­veres mutilados, sin distin­ción de edades, ni de sexo, allí están los miles de desa­parecidos, negados cobardemente, y sobre todo, está el hambre, la miseria, la en­fermedad, el miedo, el saberse presa de la persecu­ción y el crimen institucio­nalizado que castiga sin prue­bas. El Perú exhibiendo su ficticia democracia ha vivido dentro de un mundo en el cual sólo valía el sistema apli­cado de acuerdo con sus con­veniencias, permitiendo que se expanda la corrupción más avezada, dentro de las llama­das esferas sociales y generan­do el odio y la delincuencia como secuela de un mundo brutal, sin compasión para los desheredados de la for­tuna.

Este desprecio al pobre, al niño, a la mujer, este odio a la clase popular, inocultable puesto que se demuestra en la conducta humana, ha lo­grado acumular un resaque de ira que es compensatorio por tanto dolor y tanta in­justicia. Y en este contexto, la masa, bien podría haberse sublevado y roto las com­puertas del sufrimiento para castigar, él sí, sin piedad, aun cuando fuera hecha pedazos, para de alguna manera resar­cirse de lo mucho que ha sido ofendida por siglos.

Pero ahora el pueblo pare­ce que respira otros vientos y retoma su fe en su esperanza. Cuántas veces lo ha hecho y ha salido frustrado o defrau­dado. Pero la esperanza no muere nunca y una vez más cree y espera.

Ahora tiene más experien­cia y sabe discernir luego de lo mucho que ha sufrido en­gaño y soportado injusticias.

Cualesquiera que sea el próximo futuro el pueblo no ha de dejarse manejar fuera de sus justos derechos que también conllevan deberes y solidaridad humana.

Es posible que esta nueva etapa que se avizora le traiga otros avatares, capaces de lo­grar a plenitud tiempos mejo­res, dignos de ser vividos sin la vieja incertidumbre y el pertinaz temor.

El proceso electoral y la mujer

Magda Portal

Aun cuando parezca todavía un tanto apresurado formular un balance sobre los resultados del proceso electoral del 14 de Abril, en lo que concierne a la mujer, siempre nos quedaría la duda en lo que concier­ne a sus aciertos o sus fracasos para alcanzar los lugares de opción preferen­tes en los escaños por los que, en últi­ma instancia, se han batido muchas mujeres para alcanzarlos por primera o segunda vez.

Si evaluamos, sin mezquinarlas, la labor cumplida durante el quinquenio que estamos terminando, debemos ad­mitir que muy pocos nombres de mujer han salido a relucir, demostran­do una gran pobreza en sus ambiciones de servicio o de presencia. La mayor parte de las mismas, -me refiero a las que fueron elegidas-, parecía co­mo que se dejaran aconsejar o someter a consignas masculinas o partidarias, y las más, guardaban un prudente silencio. Y en las relaciones de Abril, donde la mujer ha jugado un rol preponderante en cuanto a presencia, en el acto electoral es lamentable que a la hora del reparto, casi, casi brillen por su ausencia. En cierto modo, es obvio que así fuera si tenemos en cuenta que los hombres pujaran por acomodarse a como diera lugar, produciéndose aquellas vergonzosas “trafas”, que han dis­torsionado las elecciones como quizá no ha sucedido jamás.

De ninguna manera creo que las mujeres se hayan mezclado en ese pandemoniun o si lo hicieron, serán las menos, pero al hacer el recuento de sus adquisiciones, advertiremos que una vez más las mujeres han que­dado muy lejos de responder a la gran mayoría de votantes que se acercaron a las ánforas. Y esto se­guirá demostrando o que les han birlado sus votos o que la “trafa” las serruchó de un plumazo.

Ahora bien, si entramos al balance de la mujer en el Congreso nos cer­cioraremos de que poco, pero muy poco, han hecho las mujeres durante su mandato por las otras mujeres, sus congéneres que como jamás, han sufrido muchas pruebas dolorosas de abandono, de desprecio, de abso­luto olvido. Sólo por el hecho de ser mujeres, merecieron que las pocas que fueron representantes, les hu­bieran dado la mano, la mano de solidaridad, de esperanza que aun cuando fuera poco, siempre com­prendería un estímulo. Muchas mujeres han sido brutalmente mal­tratadas, y muchas sólo por sospe­chas de los custodios del orden, y que yo sepa, tal vez me equivoque, nunca supe de algún grupo de mu­jeres o una sola mujer que se interesara por la suerte de los cientos de presas, tildadas de terroristas, muchas inocen­tes que hayan merecido el interés y la solidaridad de las representantes al Congreso. Aquellas mujeres del proceso Uchuraccay a las que se atropelló en las formas más crueles -¡cuán­tas ya estarán muertas!- merecieron acaso que una o más mujeres del Congreso investigaran de su suerte, aunque sólo fuera por exhibicionismo para que se dijera, “sí, las mujeres del Congreso lucharon a favor de las mujeres perseguidas”.

Y es que la mujer aún no ha com­prendido en toda su trascendencia el significado de la solidaridad humana para tender la mano a quien la ne­cesita.

Ahí está esa pobre víctima de la sociedad de clases, Maritza Rodríguez, a quien se mantiene en la cárcel después que se ha probado su inocen­cia, pero a la que le acumulan otros delitos a gusto de la policía que no quiere verla libre… Sí, es posible que haya mujeres que se dolieron del mal ajeno, pero que por ser tan pocas, nadie les dio importancia. Ni qué hablar de izquierdas o de derechas; a ojos vistas las pocas representantes procedieron por sí mismas, olvidando su obligación de defender los derechos de la mujer, cual era su función elemental y prioritaria.

 

El proceso electoral y la mujer

Magda Portal

Siendo LA TORTUGA, Revista Alternativa de Actualidad, su contexto no oculta la presencia de la Mujer en sus varias expresiones, muchas de ellas, críticas y tantas más de denuncia en lo que atañe al machismo, aunque, asi­mismo, suela disimulársele por aquello de que “no estemos en contra del hombre y, por supuesto, no debemos discriminarlo…”, etc., etc.

Pero, a mi parecer, el tan controver­tido proceso electoral que de todos modos nos incumbe -somos más del 50 % de votantes- ha tocado la sensi­bilidad femenina y aunque no sea a plenitud, ya se advierten movimientos femeninos —y feministas— aun cuando no son todas las que están ni están to­das las que son.

Asoman las mujeres -sin que esto sea crítico- a la vera de los grupos políticos, lo que de algún modo inva­lida la independencia de las mismas, pues sin lugar a dudas, deberán actuar dentro de programas partidarios y mu­cho me temo que la mayoría, tengan que caminar amarradas a los grupos de poder que las contienen sin mayores expectativas de realizar labor especi­fica en favor de la mujer.

En el teje y maneje del proceso elec­toral — ¡tanto electorero!- se han producido ya las consabidas maniobras para ocupar los puestos y los números preferenciales con los cuales repetir el plato, -ya bastante sabroso-, que han probado muchos de los actuales políti­cos y no desean dejar, por lo que, salvo error u omisión, las mujeres llegarán muy atrás en la espectacular carrera, no porque no tengan capacidad para ocupar dignamente su puesto, sino porque siempre habrá una mano de macho -sin ninguna ofensa- que manipule y supere los votos que, en cual­quier caso, podría obtener una mujer.

No estoy tampoco porque la mujer se ocupe exclusivamente de los proble­mas de la mujer, aunque siendo tantos, deberían estar en lugar preferente, pero hay otros temas tan vitales en los que, indudablemente, las mujeres deben intervenir a fin de afirmar las proposi­ciones o proyectos ideológicos o polí­ticos, si tenemos en cuenta que el país atraviesa una crisis frontal difícilmente superable, no sólo para que lo resuel­van los hombres, sino que, obligada­mente, deberán intervenir las mujeres, siendo como son más de la mitad del electorado, y en el que hasta las muje­res campesinas, analfabetas del caste­llano, no de su idioma nativo, ya están adoctrinadas en derechos y en deberes, tanto como los hombres de su comuni­dad, sólo que no se les ha dejado pro­nunciarse ante los poderes públicos, en su real saber y entender. Ya resulta inocuo decir que la gran masa campe­sina indígena, aherrojada cientos de años, sea incapaz de expresarse y nece­site de terceros para presentar una queja o adquirir un derecho, función que se le ha dejado al tinterillaje o al abogadito de marras, hombre o mujer, que la explota impunemente para ha­cer que se legalice su reclamo. El indio, hombre o mujer, sabe hasta qué punto son brutalmente engañados y que en el mejor de los casos, los librarán de la cárcel, pero difícilmente les harán de­volver los bienes propios que usurpa el gamonal y que le pertenecen por gene­raciones y siglos. La mujer, si le per­miten hablar, deberá intervenir en cuanta cuestión de derecho interdicto se presente, sin que nadie le interrum­pa, ni sea disminuida en la defensa o esclarecimiento de los reclamos de la clase popular, de los cuales debe seguir plagado el Congreso de la República, si es que se respeta la democracia y don­de la mujer debe ser voz acusadora de la clase oprimida.

Quiero decir con esto que la mujer no debe acceder al poder para mostrar su figura, su simpatía o su ineditez, es un decir, sino para constituir un ele­mento de acción positiva al servicio de los más necesitados, que es el pueblo, la clase desposeída, que sigue esperando “su momento”, el qué ha de llegar a las buenas o a las malas, pero que llegará tarde o temprano. Ojalá que sea con el aporte de las mujeres.

¿Hay feminismo en el Perú?

Magda Portal

En mis ya renovados viajes por los caminos del mundo y mis “en­cuentros” de todas las calidades, suelo reunirme con muchas mujeres y caer en el tema, de suyo excitante, del auge feminista. Me preguntan: ¿Hay feminismo en el Perú? Concierto apar­te en un es no es dubitativo, yo res­pondo: Sí, hay feminismo en el Perú.

Y es que decir lo contrario o resulta desconocimiento del medio en que vivo o inconsecuencia porque aun cuando en el Perú haya menos feminis­mo que en otros países, no cabe la me­nor duda de que un apreciable sector de mujeres, las más jóvenes tal vez, ya han accedido a la conciencia de su propia personalidad y con ella, de sus derechos, y la misma por la vida las ha lanzado por las vías discriminatorias de las deferencias sociales y se encuentran en el dilema de disputar su lugar y con­quistarlo o retroceder y ser atropella­das. Porque la lucha de la mujer por su propia dignidad de seres humanos se encuentra, a ojos vista, por lo menos en los países en desarrollo, en menor valía con respecto al hombre, lo sigue estando y pese a las protestas de la mu­jer y a sus esfuerzos por demostrar su capacidad y su voluntad de superación. Por mi propia experiencia he llegado a la conclusión de que el sexo mujer no es ni menos fuerte ni menos capaz que lo es el hombre y en los momentos decisivos, tanto o más de los mayores sacrificios. La prueba está en que la naturaleza la dotó del tremendo dolor de parir porque, sin duda, el hombre sexual no habría podido soportar esa suprema instancia que sí soporta la mujer, tanto es así que la repite. Y si advertimos el hecho cercano de las jóvenes mujeres que toman las armas como en Centroamérica para defender a su patria, ya que su lema es “vencer o morir”, no están ignorando que afrontan la muerte. Y no se arredran. Y es que el dolor físico la mujer lo sublimiza y más aún si de salvar a sus hijos se trata. Pero, para no desviarme del tema, diré que sí afirmo que hay feminismo entre las mujeres peruanas, porque dejarían de serlo si rehúyen el reto ya universal de conquistar sus derechos, base de la adquisición de su propia dignidad. Porque dejarían de ser conscientes las mujeres si no com­prendieran que esta batalla que las mu­jeres están librando conlleva su futuro, su destino y la realización de sus viejos anhelos en un mundo justo que reco­nozca la igualdad con el hombre, con el disfrute pleno de todas sus prerroga­tivas sin ninguna restricción.

Cediendo a los viejos prejuicios heredados, puede ser que aún existan mujeres que no den las batallas decisi­vas, las que deben ser las últimas para desterrar diferencias peyorativas que disminuyen y ofenden tanto a la mujer como al mismo hombre.

Y estas batallas se realizan con todo el fervor y la fe de las grandes luchado­ras sociales, pero sin las cruentas luchas de los presuntos enemigos que resisten todavía. Y debo agregar que la segre­gación de la mujer es tanto y más cruel que el Apartheid de las razas llamadas inferiores, también en rebeldía por sus derechos aún sojuzgados.

Consagración de Flora

Magda Portal

Fue esto lo que ocurrió en la Uni­versidad de Dijón, capital de la Borgona, en Francia, entre los días 3 y 4 de Mayo, ampliados al 2 y el 5, por las exposiciones, conferencias, y agasajos a los concurrentes, forma de exteriorizar el sentimiento de los asis­tentes, unánimes en su reconocimiento a la primera mujer que luchara por el reconocimiento de los Derechos Socia­les de la Clase trabajadora, incluidos los Derechos de la Mujer.

El PRIMER ENCUENTRO INTER­NACIONAL FLORA TRISTÁN marcó de este modo una época, no sólo entre los grupos femeninos y feministas del Perù y de América. Fue asimismo, la Consagración de su patria de nacimien­to, Francia, la que se hizo presente en un acto que contó con la asistencia de ilustres personalidades, intelectuales en ejercicio y que habían estudiado a Flo­ra en sus diversas facetas, tanto como luchadora social como escritora y co­mo mujer que en sus no largos días de existencia, probó el acíbar de la discri­minación social y legal, viéndose perse­guida, y acosada por cierto sector de la intelectualidad de su tiempo, y por úl­timo, negada como tal y echada al os­tracismo del olvido.

Durante 140 años Flora careció de reconocimiento en el mundo; sin em­bargo, un reducido grupo de admirado­res, entre ellos J.L. Puech, guardaron sus escritos, sus diarios, tanto de sus viajes como de su famosa gira por toda Francia para divulgar sus ideas y des­pertar a la clase trabajadora de su indo­lencia y unirse a la lucha societaria que les abriría las puertas de su emancipa­ción.

La Universidad de Dijón en la per­sona del profesor Stephane Michaud —asistente de Literatura comparada en la citada Universidad— asumió la tarea de descubrir cuanto existía referente a Flora, tanto en Francia, París y sus al­rededores para descubrir sus huellas vi­tales. Como en algunos países de Amé­rica, especialmente en el Perú, donde estuviera la Paria en los años de 1830, cuando experimentó la mayor decep­ción por el trato inhumano de sus fa­miliares, los arequipeños Tristán y Moscoso, lo cual trasformó sus senti­mientos y sus experiencias con la so­ciedad de su época, optando por dedi­car su vida a la defensa de los desposeí­dos, tanto los hombres como las muje­res.

La selecta concurrencia, demostró en las distintas actividades realizadas, su conocimiento de la Paria y su dere­cho a ocupar un lugar de excepción en­tre las más ilustres de las luchadoras sociales de todos los tiempos.

La Ministra de los Derechos de la Mujer que viajó especialmente de París a Dijón, ocupó la tribuna con doble in­tención; declarar clausurado el Primer Coloquio Internacional Flora Tristán y sumarse a la exaltación de la homena­jeada, pues según expresó, ella también tenía algo que decir de Flora.

Me cupo el honor de ser la primera expositora, luego del Embajador del Perú, Sr. Alfonso Arias-Schreiber, invi­tado especial al evento, quien saludó el acto en lucidas palabras de felicitación por el acierto. Mi tema, a requerimien­to del grupo coordinador, fue sobre mi “Descubrimiento de Flora Tristán”, que a solicitud de las Mujeres Socialistas de Chile dicté en una conferencia en la Universidad de Santiago y que llevó por título “FLORA TRISTÁN, PRECURSORA”, al conmemorar en 1944 los primeros 100 años de su falle­cimiento. Este hecho había sido reco­gido por el señor Michaud y consta en los libros escritos posteriormente sobre Flora, lo que avala mi participación en la defensa del nombre y la obra de Flo­ra como auténtica precursora de los derechos de las clases trabajadoras, los hombres y las mujeres.

Como un bello corolario y perpe­tuando el nombre de Flora, Francia acaba de imprimir una estampilla con la efigie de la Precursora, dedicada a todas las mujeres, usando el color mo­rado que coincide con el de la carátula de mi último libro sobre ella misma.

Queda así perennizada la Consagra­ción de Flora Tristán.