Begoña Ibarra
A estas alturas, desgraciadamente no del partido, sino de la guerra, ya todos sabemos que las Malvinas son y serán argentinas. Tan argentinas como peruanas son Arica y Tarapacá. Ajajá, levanta usted la ceja así, a lo María Félix, y su mirada me dardea El Tratado de Ancón. Imposible olvidarlo por Dios si hace cien años que lo llevamos colgado al cuello. Pero tendrá usted que concordar que el Perú en el momento de su derrota, perdido no por falta de heroísmo y coraje, sino por exceso de traidores; inmolados sus héroes, los pocos conocidos y los muchos anónimos, y traicionado, eso sí, por aquellos todos con nombre y apellido, muchos nativos y muchos otros de aquí de arribita nomás, porque de alguna manera habrá que llamar a los vecinos, bien podría haber cedido a su mamá. Y no por eso dejaría de ser suya ¿no?
Para Gran Bretaña fue tan fácil sentar sus reales posaderas en las Malvinas como más de medio siglo después le fue vender a los chilenos la idea de hacerse de un poco de tierra peruana. No toda, pero eso sí de la más rica. Y buenísimas gentes los ingleses les aliviaron a los chilenos la tarea de comercializar el salitre peruano. Y la historia ni siquiera se repite sino que continúa y los imperialismos solamente son imperialismos. Ni más ni menos.
Entonces cuando todo un Parlamento, con Presidente de la República, encima, Gabinete abajo y un par de connotados juristas a modo de aretes se sorprende ante la “actitud” de Gran Bretaña y la “traición” de Estados Unidos (porque así entre comillas lo dicen), a la punta de la lengua asoma un calificativo descriptivo y contundente.
Pero ahí no termina todo. En este país donde los libretos cómicos son los peores del mundo, los sainetes perpetrados por nuestros políticos les hacen fuertemente la pelea. Al poco rato Mitterrand reitera lo que todo el mundo sabía, que los franceses son uña y carne, así, a partir de un confite, con los ingleses. (¿O creían que la 2a. Guerra Mundial y la OTAN se borran de un papazo?) Y la Izquierda se declara públicamente cuerneada por ese amante que nunca ocultó que pisa fuerte en un par de territorios africanos. En el Ínterin, el Apra se sorprende, se ofende, se desilusiona, denuncia, se compromete sí, pero no tanto, todo a la vez. El PPC se lo dejo a los críticos de arte. Simplemente surrealista. Pero quizás estoy siendo injusta. Situándose dentro de su lógica el más coherente ha sido el PPC. La Izquierda en un inicio sí titubeó (y no la culpo porque eso de cargar con 30,000 muertos…). Pero el PPC se comportó como un reaccionario de polainas y polendas. Siempre estuvo al lado de Estados Unidos y solamente cuando significa quedar fuera del juego totalmente es que se alineó. Para entonces aprovechar de la oportunidad para denunciar a Cuba por su ofrecimiento de ayuda total a Argentina. Pero eso sí, siempre todos muy sorprendidos.
¿Y del Perú qué fue? Porque a pesar que la televisión nos jura todos los días que el Perú es veintidós futbolistas, un presidente, dos ministros y Alva Orlandini, nosotros sabemos que no es así. El Perú es a saber: unos muchos que se mueren de hambre y unos menos que si bien no son los que los matan, tampoco hacen mucho para ayudarlos; unas pocas que se echan perfume y unas muchas que meten el dedo a la sopa para darle sabor. Y voleybolistas. En fin liviandades, los dos Perús, el de adentro y el de encima. Y si a esto añadimos a los traficantes, tenemos a los estamentos que conforman a los votantes.
Y henos aquí que una buena mañana nosotros, los sufridos hijos de la Patria, nos encontramos súbitamente convertidos en nodrizas de esa partida de niños de teta que son nuestros dirigentes. Pobre Perú. ¡Pensar en tener que darle la ídem a tanto preclaro político!
Y como las tres cuartas de las frases célebres son falsas (y el resto plagiadas), aquel dicho popular de “nació y se rompió el molde” lo es de toda falsedad. Prueba de ello es que el molde peruano de sainete encaja a la perfección, y viceversa, en cualquiera de las partes, que por angas o por mangas, están involucradas en las Malvinas.
Para la Junta Militar Argentina, los 30,000 desaparecidos más el hambre, la frustración y el dolor de todo un pueblo, era un peso que ya estaba estriando sus ancas. Y torpemente, al fin y al cabo primates, recuperaron las Malvinas, las Georgias del Sur y etc. sin haber pulido unos cuantos detalles, que son los que les valió de la ONU una condena inicial, y que dieron el pretexto para que dictaduras civiles como la colombiana de Turbay Ayala escamotearan su apoyo.
Por otra parte, la senilidad de haberse gestado ideológicamente con la Reina Victoria hizo creer a la Thatcher que los argentinos eran unos cuantos millones de Gunga Din… ¡Y a la carga mis valientes! Esto unido a un gobierno desgastado (cuando no) con una economía crujiente y la dignidad ofendida, hicieron el resto.
Lo que sí parece seguro es que el análisis no es el fuerte de Galtieri. Se vio él en las Malvinas con una base militar al estilo de OTAN, con Reagan a su diestra, los cultos europeos a la siniestra y el subcontinente a sus talones. Y por supuesto consolidado para siempre en el trono platense.
Pero el destino fue cruel con él. Reagan prefirió a la Thatcher y a la OTAN de verdad. Lástima que Galtieri no recordara que en Estados Unidos los italianos son ciudadanos de segundo orden y él no puede ocultar que la pasta asciutta le brota por las venas. Y peor todavía si encima de todo está mezclado con indios. Reagan cambia cualquier día treinticinco cholos por un blanco italiano aunque sea de segunda. ¡Pobre Galtieri! Con una miradita al mapa hubiera evitado tan craso error de apreciación. Ahí claramente se ve que el patio trasero de Estados Unidos empieza en México y termina… en la Argentina.
Pero como ésta es una tragicomedia de errores, las situaciones se dan a montones. En el momento en que Reagan traiciona a su hasta ese momento aliado incondicional (no olvidemos que los torturadores argentinos fueron entrenados por expertos norteamericanos), Galtieri se encuentra con que tropas argentinas están en El Salvador ayudando a los yanquis a liquidar patriotas. Suponemos que para ahora ya las habrán traído de vuelta a casa. Para que a su vez las maten las armas norteamericanas que éstos han prestado a los ingleses. Mientras tanto, y ya en la orfandad, Argentina recibe el lírico apoyo peruano, que sí desea y no llega, y el concreto apoyo cubano, que no desea pero que no puede rechazar. La Unión Soviética, ni tonta que fuera, se sirve de la lista bandeja, y declara su amor por la Argentina, mientras que los huesos de los 30,000 desaparecidos en nombre del comunismo y de las “doctrinas foráneas” crujen. Un abrazo entre el Canciller argentino y su colega cubano en el aeropuerto de La Habana sella otra alianza coyuntural.
En medio de esta zarabanda de hipocresías y oportunismos, de intenciones bastardas y falsos nacionalismos queda incólume y erguido lo real. Un Secretario General de las Naciones Unidas, prístino cual primer comulgante, que nada puede hacer porque nadie quiere que se haga nada. El pueblo inglés y sus soldados, vivos o muertos, que, durante la Segunda Guerra Mundial nos dieron una de las lecciones más hermosas de dignidad y valor. Y el pueblo argentino y sus combatientes, también los vivos y también los muertos, que a pesar de sus gobernantes han librado en las Malvinas lo que esperamos sea la final de demasiadas batallas por su vida y su libertad.